4.08.2009

Trazas Espontáneas


Llegué a través del mar a esa tierra aislada, que navega sola sobre su propio destino. Una isla parcelada por el tiempo que acarreaban batallas, imposiciones, esclavitud, etnia y, desafortunamente, descuido y pobreza. Sin embargo, cobijada dentro de una alegría ingente, que superaba aquellos miedos retoñados desde sus ancestros en África, quienes lucharon contra el yugo. En esa tierra, aún húmeda por los vestigios de la historia, me posé, y caminando estuve en la calle que no era calle, en realidad, era una terraza que hacía parte de un patio donde la familia departía con los vecinos. Era la antesala a la cocina y a la sala; también, se convertía en la puerta de entrada y el tendedero de ropas; llegaba a ser un espacio de muchas posibilidades.



Hacían ‘sancocho’ y tomaban cerveza, dentro de una atmósfera musical que evocaba sus ancestros: aquellas fuertes raíces africanas; y bailaban. En un momento, caminé hacia la casa: una delicada estructura en madera que albergaba el amor, los deseos y anhelos de quienes las habitaban, quizá la de sus vecinos, también; todo era como una gran familia, viviendo en una gran casa horadada por caminos cual hormiguero, descubierto en conexión al cielo, a la tierra, al océano y a todos los sentidos de quienes la experimentaban. Vi como la topografía con sus líneas, dibujo puentes donde la extensa casa acumulaba nudos, cual nidos habitables. Del territorio emergía un desenvolvimiento involuntario, lleno de azar y de ingenuidad que esculpió aquella porción de tierra que flota en el mar, definiendo un trazado sin estipular. Definiendo aspectos intrínsecos de su comunidad, hoy decaída por la demagogia y la ignorancia, desabrigada de sus costumbres… invadida y sometida por el colonizador, que a pesar de todo, no ha logrado deshilar el tejido que enraíza la costa, el mar, la tierra y la sangre negra, característica de la población de Bocachica.


1 comentario:

gise dijo...

hermoso reconocimiento, solo posible desde lo sensible.
un abrazo!